sábado, 18 de febrero de 2012

Aborto y esclavitud: analogías

A mi el debate sobre el aborto a final del siglo XX y principio del XXI me recuerda mucho al debate de la esclavitud  en los EEUU desde la declaración de independencia hasta la guerra civil. La esclavitud era una vergüenza tolerada en el país que se había dado un régimen de libertades, y donde por primera vez gobernaban los representantes del pueblo (“We, the people…). La nueva nación se despertaba a un ejercicio de autogobierno ilusionante, lejos de las monarquías absolutistas europeas, y años antes de la revolución francesa. Pero los padres fundadores sabían que había una mancha en la fundación. Una parte importante de los habitantes de las 13 colonias no tenía los derechos ni las libertades que disfrutaban los demás. Y no los tenían porque el ejercicio de esos derechos y libertades afectaría directamente a la comodidad y a la economía de sus conciudadanos blancos.
La esclavitud negaba la libertad a muchos individuos por razón de la supuesta superioridad de otros individuos, que no tenían que responder ante nadie de sus acciones.

 En el caso del aborto, la Corte Suprema – en Roe ws Wade, 1973 – determinó que el derecho al aborto no podía ser negado a las mujeres, ya que existe un derecho a la privacidad en la constitución que protege a las mujeres y a sus decisiones, al mismo tiempo que negaba al feto la protección de las leyes que otorga la decimocuarta enmienda. En el caso de la esclavitud, el Tribunal Supremo norteamericano, con el Chief Taney al frente, decidió – en el caso Scott vs Sanford, 1857 -  que las personas de descendencia africana no tenían derechos como ciudadanos, por tanto no podían acudir a los tribunales de justicia: no eran sujetos protegibles. Increíble el parecido. La decisión del Tribunal Supremo dictada por el Chief Justice Taney, quiso terminar con el debate de la esclavitud, pero lo encendió aún más, hasta el punto de que tres años después empezaba la guerra civil en los EEUU. Esta decisión ya no tiene “importancia jurisprudencial”, claro, una vez reconocidos por la decimocuarta enmienda los derechos de los ciudadanos de origen africano. Esperemos que la decisión Roe vs Wade la pierda pronto. Tiene gracia que en 1860 el partido que defendía los derechos de los esclavistas fuera precisamente el demócrata, y que fuera el partido republicano fundado a mitad de siglo el que empujara la causa abolicionista hasta el final. Vivir para ver.
Hoy nos parece una barbaridad que la humanidad haya estado esclavizándose, y que incluso la institución de la esclavitud se haya introducido en las formas de gobierno que nos parecen más civilizadas: el estado de derecho, el estado de libertades, la democracia. No podemos imaginarnos que una sociedad haya podido negar a una de sus partes los derechos que todos coinciden en querer disfrutar. Seguramente nuestros biznietos se escandalizarán también y con razón, de que a final del siglo XX y hasta bien entrado el XXI, las sociedades llamadas modernas se dieran la potestad de privar de la vida a los fetos en el seno de sus madres, para proteger a estas últimas y sus familias de la carga de criarlos y sacarlos adelante, en aras de la libertad de decisión de la mujer y de su conveniencia, y con el argumento - idéntico al empleado con los esclavos - de que los fetos no son sujetos protegibles. A principios del siglo XXI las leyes protegen con más firmeza a los animales del maltrato, que a la vida humana en el seno de la madre.

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