lunes, 20 de agosto de 2012

Posiciones cortas: Mercado o Casino?

Durante la reciente crisis económica hemos oído hablar continuamente de las posiciones cortas sobre acciones de empresas, su prohibición temporal por parte de algunos reguladores, las presiones para su reinstauración, y algunas voces clamando por su papel fundamental en el mercado de capitales.
¿Qué son las posiciones cortas? ¿Qué rol juegan en nuestro sistema financiero? ¿Son convenientes, necesarias, indiferentes o perjudiciales?
El mercado de capitales tiene un objetivo básico de aportar capital a las empresas dando acceso a un amplio espectro de inversores, desde el familiar al institucional, facilitando una liquidez casi inmediata a los inversores, que pueden negociar el valor diariamente en el mercado. El mercado de capitales es un mercado de competencia casi-perfecta, pues a él acuden numerosos compradores y vendedores, con un producto homogéneo (una acción de Iberdrola es igual que otra acción de Iberdrola), con información completa y gratuita, sin  barreras de entradas ni de salida, movilidad perfecta y bajos costes de transacción. En el mercado de capitales, un inversor compra acciones, las mantiene y ejerce sus derechos políticos (vota en la junta de accionistas) y económicos (cobra el dividendo) y cuando las quiere vender, da la orden a su intermediario financiero, y las vende inmediatamente en el mercado. En el argot financiero, estar largo en un valor, es haber comprado acciones de ese valor y mantenerlas en la cartera de acciones.
Cuando un inversor toma una posición corta lo que hace es tomar prestadas acciones de una determinada compañía, a través de su intermediario financiero, con el objeto de venderlas inmediatamente en el mercado, y recomprarlas más adelante para devolverlas a su dueño, realizando un beneficio (o pérdida) en el proceso. La expectativa del inversor en posiciones cortas es que la acción va a  evolucionar negativamente perdiendo valor, y por tanto cuando recompre la acción va a pagar un precio menor que el precio al cual las vendió. El proceso lo explica muy bien la Khan Academy en un par de videos que se pueden encontrar en bit.ly/NABApr.
El efecto inmediato de la toma de una posición corta es la venta de acciones cuyo titular no las hubiera vendido por sí mismo. Es una venta que no hubiera sucedido probablemente sin esa posición corta. Esa venta de acciones, si es significativa, arrastra el precio hacia abajo, ayudando al objetivo del “cortista” de reducir su precio. Lógicamente, al “cortista” le interesa generar una percepción negativa sobre la empresa (o el país si se trata de posiciones en deuda soberana) para empujar la acción hacia abajo.
Los defensores de las posiciones cortas argumentan que estas dan señales avanzadas a los mercados de hacia dónde tienden los precios de las acciones, aumentan la contratación y por tanto la liquidez en el valor, suavizan los ciclos altos y bajos reduciendo su volatilidad, permiten a los inversores que están “largos” en algunos valores cubrir esas posiciones sin necesidad de vender inmediatamente, y en último término, esgrimen que se trata de una actividad financiera legítima que no se debe limitar ni prohibir.
Contra el primer argumento, cabe decir que salvo valores con muy poca contratación (que tampoco sirven para las posiciones cortas), el mercado de valores no necesita más señales que las que los propios compradores y vendedores de la acción quieran dar, pues todos los días se forma precio y en ese precio, los poseedores de acciones, y los que quisieran poseerlas a un precio determinado se pueden poner de acuerdo. Sucede de forma similar a los mercados de la fruta, del pescado o cualquier otro mercado de contratación diaria de bienes y servicios. Sobre el aumento de contratación que provocan las posiciones cortas, el argumento tendría sentido para valores que no tengan volumen de contratación suficiente. Pero los valores que llaman la atención de los “cortistas” son precisamente los que tienen ya un volumen de contratación – y una liquidez – relevante, pues si no, no tendría tampoco interés para ellos. La suavización de los ciclos y la reducción de volatilidad, que también explica la Khan Academy en bit.ly/TP4BRJ, son sólo teóricos, pues las fuertes órdenes de venta de los “cortistas”, o de compra cuando cubren las posiciones tienen mayor efecto en la volatilidad de los valores que los clásicos ciclos de compradores y vendedores.
El último argumento: que se trata de una actividad empresarial legítima, y por tanto no hay que limitarla, es válido siempre que no afecte a la actividad normal del mercado financiero y no ponga en peligro ni a los inversores ni a las instituciones que emiten los valores. En definitiva, si no afecta a la estabilidad y objetivos generales del sistema financiero del que se sirven.
Bien, pues yo opino que sí que le afectan al sistema financiero. Que las ventajas que ocasionalmente aportan las posiciones cortas no compensan las distorsiones en un mercado por otra parte suficientemente perfecto. Que las inversiones en posiciones cortas tienen una naturaleza exclusivamente especuladora y como tal tienden a actuar e influir en la dirección de su especulación. Si las posiciones cortas supusieran un volumen pequeño en las transacciones de los valores, no dejarían de ser algo anecdótico y marginal en los mercados financieros. Gracias a los hedge funds y los tremendos volúmenes de inversión que manejan, las posiciones cortas pueden alcanzar en tiempos de crisis porcentajes del 10 al 15% de las acciones de una empresa, influyendo de manera artificial en la percepción del valor de su acción. El objetivo del “cortista” es hacer su beneficio en la transacción y para ello tiende a influir con toda su capacidad en la dirección de su apuesta. Así, las relaciones de los hedge funds y de sus consultores con los medios de comunicación especializados son altamente sospechosas de buscar el objetivo de percepción negativa en el mercado para los valores en los que están cortos.
Por todo ello, concluyo que el mercado de posiciones cortas no contribuye a los objetivos del mercado de capitales, sino más bien a su distorsión y malfuncionamiento. Y por ello propongo prohibir las posiciones cortas en el mercado de capitales, y admitirlas como apuestas que son, en los mercados clásicos de las apuestas de caballos, galgos, quinielas deportivas y otro tipo de actividades especulativas, pero sin el sustrato de la acción detrás y del mercado de valores donde se contrata. Los especuladores pueden hacer sus apuestas sobre el precio futuro de una acción en la esperanza de que otro especulador tome el otro lado de la apuesta. Bajo las reglas de Las Vegas, no de Wall Street. Las entidades financieras no podrán prestar a las instituciones que inviertan en estos activos. De esta manera, la actividad empresarial se conserva, pero se protege conveniente el bien común, el mercado de capitales y la actividad de empresas e inversores.

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